Pon un strandbeest en tu salón

Seguro que más de una vez has visto un strandbeest, aunque el nombre no te suene de nada. Son esos artilugios mecánicos con muchas patas móviles que parecen andar como si fueran un esqueleto o una araña empujados por el viento. La idea original es del escultor holandés Theo Jansen, pero ya se han imitado y replicado por muchas otras personas.



Originalmente no llevan motores ni nada eléctrico. Se pretende que los pueda mover el viento, accionando un mecanismo y guardando un delicado equilibrio entre las diferentes patas. Su tamaño ha de ser bastante grande para que se puedan desplazar por lugares como las playas donde el suelo no es totalmente llano. Su diseño es un trabajo de ingeniería bastante complicado.
A más de uno nos gustaría poder construir algo parecido y verlo en funcionamiento, pero el monstruo es demasiado grande para tenerlo en casa. Una buena solución es hacerlo en miniatura. Teniendo los planos y un montón de palillos, no sería tan difícil. O sí. Habría que tener mucha habilidad. Otra posibilidad sería usar piezas de Lego Technic, pero entonces lo que se haría carísimo sería el precio. Así que han aparecido interesantes modelos en miniatura que son fáciles de montar, muy baratos, y encima funcionan a la perfección. Nos hemos hecho con uno de ellos, y la experiencia ha sido cuando menos interesante.

 
 
El kit está formado por una serie de piezas de plástico que vienen unidas, como las típicas rejillas de accesorios de los Playmobil. También hay una serie de varillas, engranajes y elementos adicionales. El primer trabajo será separarlos con cuidado y repasar cada pieza para que no queden rebordes. Luego habrá que descifrar las instrucciones para llegar a montar una pareja de patas articuladas. El proceso se repetirá dos veces más hasta formar un grupo de tres pares. Luego lo repetimos todo para construir otro bloque igual que irá montado en serie. Ya tenemos las doce patas. Terminamos el montaje colocando en un extremo unos engranajes y la hélice.


Hecho esto, es bastante interesante observar cómo funciona el mecanismo. En el interior hay un eje en zig zag, en forma de cigueñal, como el de los motores de los coches. Estos desniveles hacen que cada pareja de patas se mueva de forma sincronizada con las otras pero en una posición diferente. Visto de frente es un movimiento realmente hipnótico. Lo podemos accionar con la mano usando un palo previsto a tal efecto, pero lo más curioso está en dejar que lo mueva el viento. En un extremo hay tres engranajes que consiguen transformar el movimiento de la hélice -alta velocidad y muy poca fuerza- en lo contrario, baja velocidad pero fuerza suficiente como para que el monstruo salga andando de lado. Se puede soplar o usar un abanico. Llama la atención ver tantas partes en movimiento.

La calidad de las piezas de plástico parece suficientemente buena, como para posibilitar su acople con precisión y permitir todos los movimientos sin roces y con suavidad. En las patas hay una superficie de goma para que no se resbale. El ventilador lleva unas aspas de plástico pegadas con minúsculas cintas adhesivas que tienden a caerse, así que mejor recurrir al pegamento para plásticos de toda la vida. El precio ha estado en torno a siete euros, sin caja, en las tiendas orientales de internet. Un experimento curioso al alcance de todos.

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